La noche en que el corazón del Impenetrable Chaqueño latió en plena calle Corrientes:

Piko Frank en el Ópera
Buenos Aires, 1 de noviembre de 2025 – Hay noches que trascienden la simple anécdota de un concierto para convertirse en una vivencia imborrable, una de esas experiencias que se anclan en la memoria emotiva. La presentación de Piko Frank ayer, viernes 31 de octubre, en un Teatro Ópera vibrante, fue una de esas noches. Fue un portal que, por un par de horas, nos transportó desde el asfalto porteño a la tierra colorada y el monte espeso del Chaco.
Quien escribe estas líneas, y lo confieso sin pudor, llegó al teatro sin ser una conocedora profunda de la chacarera chaqueña. Sin embargo, la promesa que el propio Piko nos había hecho se materializó de una forma arrolladora.
Esto te puede interesar: En una charla íntima, Piko Frank nos adelantaba su deseo para el show: «Queremos transportar a la gente a su tierra a través de la música». Lee la entrevista completa aquí:
https://estacionlandon.com.ar/piko-frank-a-estacionlandon-com-ar-queremos-transportar-a-la-gente-a-su-tierra-a-traves-de-la-musica/
Y vaya si lo cumplió. No fue una simple promesa, fue un hecho. En cuestión de minutos, el sonido inconfundible de su acordeón y el latido del bombo legüero se adueñaron del ambiente, y una energía colectiva nos envolvió, nos hizo parte de un ritual que desconocíamos pero que se sentía extrañamente familiar.
Lo que se vivió en el Ópera fue mucho más que un espectáculo de folklore. Fue una auténtica fiesta popular en el sentido más puro de la expresión. Los pasillos del teatro, habitualmente un espacio de tránsito solemne, se transformaron en una improvisada pista de baile. Ver a la gente, con una sonrisa que no cabía en el rostro, bailar con una naturalidad y una alegría contagiosas fue, quizás, una de las postales más potentes de la noche.
La diversidad en el público era un reflejo de la capacidad unificadora de la música de Piko Frank. Había familias enteras, desde abuelos que seguramente atesoran en su memoria las fiestas de campo, hasta jóvenes que, en sus ojos, se adivinaba el descubrimiento de un universo sonoro que los interpelaba directamente. Y allí, entre la multitud, se destacaba un detalle que unificaba a gran parte de los presentes: la característica boina, similar a la que luce con orgullo el propio Piko. Un símbolo de pertenencia, un pequeño homenaje a ese artista que los representa y que ha sabido llevar la bandera de la cultura chaqueña a los escenarios más importantes del país.
Sobre el escenario, Piko Frank, oriundo de Juan José Castelli, portal del Impenetrable, demostró por qué es uno de los artistas más relevantes del folklore joven. Su carisma es innegable, su entrega es total, y su amor por lo que hace se transmite en cada nota, en cada palabra. Pero no estuvo solo en esta celebración. La velada se vio enriquecida por la presencia de invitados extraordinarios, músicos que dialogaron con el anfitrión en un lenguaje universal, el de la pasión por las raíces. Y a todo esto se sumó el color y el fervor de un club de fans que no dejó de alentar, demostrando que el fenómeno Piko Frank se sostiene en un cariño genuino y recíproco.
Al finalizar la noche, con el eco de los aplausos aún resonando en el alma, la sensación era clara. No habíamos asistido a un concierto más en la cartelera porteña. Habíamos sido testigos de una manifestación cultural en su máxima expresión. Piko Frank no solo nos hizo bailar y emocionarnos, sino que nos abrió las puertas de su casa, de su Impenetrable querido, y nos hizo sentir, aunque sea por un instante, que todos somos parte de esa misma tierra. Anoche, en el Teatro Ópera, el corazón del Chaco latió fuerte, y su pulso nos marcó a todos.





















