«Matar a Mamá»: Una Obra Teatral Que Nos Hace Reír, Llorar y Repensar los Lazos Familiares

«Matar a Mamá»: Una Obra Teatral Que Nos Hace Reír, Llorar y Repensar los Lazos Familiares
Por Radio Estación Landon

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Un viernes lleno de emociones en el Paseo La Plaza

Tuvimos el placer de asistir a la función de «Matar a Mamá», una obra escrita por Laura Oliva y dirigida por Paula Ransenberg en la Sala Pablo Neruda del Paseo La Plaza. Esta comedia dramática ha logrado posicionarse como una propuesta imperdible, combinando momentos de risa con situaciones profundamente conmovedoras que invitan a la reflexión sobre las relaciones familiares.

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Una trama que atrapa desde el primer minuto

La historia nos presenta a Dolores y María, dos hermanas que rondan los 50 años, quienes descubren que su madre, viuda y con más de 80 años, se ha convertido en una sensación de YouTube gracias a los videos que realiza con la ayuda de su nieto Iván. El problema radica en que el contenido de esos videos expone los secretos más íntimos de sus hijas, generando un conflicto que mezcla humor y tensión.

A medida que la obra avanza, se exploran temáticas universales como la comunicación entre madres e hijas, la conexión con los abuelos, la soledad en la vejez y la búsqueda de atención en un mundo cada vez más digitalizado. El guion, inteligente y con giros bien logrados, equilibra el humor con momentos de alta carga emocional que resonarán en cualquier espectador.

 

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Actuaciones que brillan en cada detalle

Uno de los grandes aciertos de la obra es su elenco: María Rosa Fugazot, Inés Estévez y Florencia Raggi. Cada una de ellas aporta un estilo único a su personaje, logrando una química excepcional en el escenario. Fugazot se roba las carcajadas con su frescura y naturalidad; Estévez emociona con su intensidad; mientras que Raggi equilibra ambas con una interpretación sobria y encantadora.

El público no puede evitar sentirse conectado con estas tres mujeres, que representan arquetipos familiares fácilmente identificables. Las risas estallan en cada momento cómico, pero también hay silencios que calan hondo, provocando una reflexión sincera sobre nuestras propias historias familiares.

Una dirección y puesta en escena que potencian el guion

La dirección de Paula Ransenberg es precisa y efectiva. Logra que la historia fluya de manera natural, sin caer en excesos ni perder el ritmo. La escenografía, sencilla pero bien lograda, recrea el ambiente de un cálido departamento familiar y se mantiene invariable durante toda la función, permitiendo que el foco recaiga en las actuaciones y el texto.

A lo largo de una hora y cuarto, el espectador es transportado a un microcosmos familiar que, si bien es único en su premisa, se siente universal en sus emociones.

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Por qué no te la podés perder «Matar a Mamá»

Porque no es solo una obra para reírse: es una experiencia que te invita a pensar en la dinámica de tus propias relaciones familiares. La combinación de un guion ingenioso, actuaciones memorables y una dirección sólida convierten a esta propuesta en una de las joyas teatrales de la temporada.

Funciones:

Días: Viernes y sábados a las 20:00 hs, domingos a las 19:00 hs.
Dónde: Sala Pablo Neruda, Paseo La Plaza (Av. Corrientes 1660).
Entradas: Desde $25.500, disponibles en PlateaNet o en la boletería del teatro.
Si buscás una noche de teatro que te haga reír, emocionarte y reflexionar, «Matar a Mamá» es la elección perfecta. No dejes pasar la oportunidad de disfrutar de esta obra que ya está dando que hablar en la cartelera porteña.

Mi critica personal, de una historia que te llega al alma.

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Anoche salí del teatro con el alma tocada de mil maneras. Llevo en la piel el eco de risas y también el peso dulce de unas lágrimas que no pedí, pero que llegaron como compañeras inevitables de esta experiencia. Sentí que cada palabra, cada gesto, cada mirada sobre el escenario me envolvía en un abrazo invisible, tan cálido como doloroso, tan lleno de vida como de contradicciones.

Es imposible no reconocerse en esas protagonistas, mujeres atrapadas entre los vestigios de la juventud y las marcas inevitables de los años. Me encontré allí, entre ellas, en sus dudas, sus enojos, su amor incondicional y su ternura, a veces escondida bajo capas de orgullo.

Hubo momentos que me llevaron directo al corazón de mis propias vivencias, a esas emociones que alguna vez creí enterradas y que, sin embargo, resurgen al pensar en una madre que envejece. Porque amar a una madre es muchas cosas a la vez: es ternura y a veces frustración, es admiración y también miedo, es deseo de cuidar y, al mismo tiempo, una nostalgia por quien fue.

Para quienes estamos en esta etapa de la vida, no hay escapatoria: esta obra te atraviesa y te transforma. Nos enfrenta a esa contradicción tan humana de querer retener el tiempo y a la vez entender que lo que importa no es el tiempo que se va, sino cómo elegimos vivirlo.

Hoy me quedo con esa sensación de controversia y amor, como si ambas pudieran convivir en un mismo suspiro. Me voy con el corazón un poco más lleno, más consciente, y con la certeza de que hay emociones que solo el teatro puede despertar.

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