EPISODIO 1 Renacimiento bajo la lluvia
Caminé sola por el sendero, sintiendo cada gota de lluvia como un bálsamo para mi alma. Las nubes grises se arremolinaban sobre mí, y el aroma a tierra mojada llenaba mis pulmones. Había decidido enfrentar mis demonios, dejar atrás los recuerdos dolorosos y permitir que la lluvia me limpiara por dentro.
Los árboles a ambos lados del camino parecían guardianes silenciosos. Sus hojas, ahora más verdes y vivas que nunca, se inclinaban hacia mí, como si quisieran susurrarme secretos ancestrales. ¿Qué sabían ellas de la vida y la muerte? ¿Qué historias habían presenciado bajo su follaje?
Mis pies se hundían en el barro, pero no me importaba. Cada paso era una liberación. Cada gota que caía sobre mi piel era una promesa de renacimiento. Recordé las palabras de mi abuela: “La lluvia es el llanto de los dioses, y cuando llora, nos purifica”.
Las lágrimas se mezclaban con la lluvia en mi rostro. Había perdido tanto: amores, sueños, esperanzas rotas. Pero aquí estaba, en este sendero, dispuesta a dejarlo todo atrás. No quería olvidar, pero sí sanar. No quería borrar el pasado, pero sí aprender de él.
El viento soplaba con fuerza, como si quisiera llevarse mis pensamientos oscuros. Me detuve bajo un árbol anciano y cerré los ojos. Las ramas crujieron sobre mí, y sentí que el árbol me abrazaba. “¿Qué deseas, hija de la lluvia?”, parecía preguntarme.
“Renacer”, susurré al viento. “Quiero ser nueva. Quiero dejar de cargar con el peso de mis errores”.
La lluvia arreció, y me dejé empapar. Cada gota era una bendición. Cada trueno, un recordatorio de que la vida es un ciclo eterno. ¿Cuántas habían caminado este sendero antes que yo? ¿Cuántas habían llorado, reído, amado y perdido aquí?
Mis pies me llevaron más allá del árbol, hacia un claro donde las flores silvestres se alzaban valientes. Me arrodillé y dejé que la lluvia lavara mi rostro. “Gracias”, murmuré al cielo. “Gracias por esta oportunidad”.
Y así, bajo la lluvia que mojaba mi alma, decidí que no sería la misma. Que dejaría atrás la tristeza y abrazaría la incertidumbre. Que el futuro sería un lienzo en blanco, esperando mis pinceladas.
¿Qué vendría después? ¿Qué aventuras, qué amores, qué desafíos? No lo sabía, pero estaba dispuesta a descubrirlo. El sendero se extendía ante mí, y yo caminaba hacia lo desconocido.
Quizás, algún día, otra alma cansada encontraría este lugar y sentiría la misma renovación. Quizás, bajo la lluvia, también encontraría su renacimiento.
Y así, con el corazón abierto y la lluvia como testigo, continúo mi camino.
Fin abierto…
Continuará